Ese autocar de 'los Albertos'


Los judíos tardaron cuarenta años en llegar a la tierra prometida, Ulises veinte en regresar a Ítaca, y los autobuses de los Albertos sobre 16 horas en hacer la ruta Barcelona-Alhama.

 
 Ese autobús de los Albertos que salía de la calle Bóbila, esos rebaña orzas, tal era el nombre que por la época recibíamos los emigrantes que veraneábamos en el pueblo, con sus paquetes y maletas esperando en el bar Bus Stop, creo recordar que ese era el nombre, y ese viaje de quince o dieciséis horas, con alguna parada, eso sí, en veranos en los que hacía la misma calor que ahora pero había menos medios para combatirla, al menos en la clase obrera. Había que tener ganas de viajar para afrontar esas quince o dieciséis horas metido en un autobús, autocar decíamos entonces, que andaba justo de comodidades y en el cual lo más meritorio era la música que no faltaba. Manolo Escobar y Perlita de Huelva eran los más escuchados.

 Era la época del tardofranquismo, también llamada del desarrollismo, en la cual hubo un indudable, y efímero, conato de bienestar accesible a las clases más humildes, por lo cual era posible pasar algunos días de vacaciones en el pueblo, entonces en mi familia no decíamos Alhama, “el pueblo” era más que suficiente dado que casi todos procedíamos de allí. Llegado el verano casi toda mi familia materna pasaba algunos días en nuestro pueblo y fue a través de esos veraneos de segunda, de ocupas temporales en casa de algún familiar, donde me fui familiarizando con el pueblo que me vio nacer, pero del cual me vi forzado a salir en el primer invierno de mi vida, que fue el de 1963. No es que fuera forzado, es que por contar con pocos meses no me pidieron opinión y me trasladaron a Barcelona, ciudad en la que residí largos, e importantes años, los de la niñez, la adolescencia y la juventud.

 Naturalmente esta mirada mía está motivada por ese primer encuentro de emigrantes en el que pude constatar que hubo gente con menos suerte que yo, ese exiliado salido con pocos años y regresado con ochenta y tantos. Mal recuerdo tuvo que tener para no decidirse a venir, siquiera por curiosidad a la tierra en que nació. Al menos yo regresé a los seis años por primera vez y siempre el nostálgico recuerdo de Alhama, del pueblo, estuvo presente en las conversaciones de mis mayores; si bien intuyo que ese recuerdo era más bien del de una época, la de la juventud, que la de Alhama en sí.

 Del encuentro en sí poco puedo decir por no haber asistido más que a una parte, la más institucional del mismo. Hoy por hoy no sería justo decir que soy un emigrante retornado, el largo tiempo trascurrido y la buena acogida que siempre sabe ofrecer esta tierra y sus gentes han hecho que sea un alhameño más, entre otras cosas porque nunca deje de considerarme como tal, Alhameña mi familia, alhameña la comida que me alimentaba, esa olla cortijera, esos gazpachos y ajoblancos, esos potajes... únicamente mi forma de hablar no era todo lo alhameña que era menester y a modo de anécdota puedo contar que en cierta ocasión comenté a Juan Cabezas que si mi forma de hablar no era normal y él me contestó que esa ele, muy pronunciada, al modo catalán, no lo era, por ejemplo.

 Pero me alejo de lo que pretendía que era dar una pincelada sobre el desarrollo de este primer encuentro de emigrantes y del que sí puedo decir, por los comentarios oídos aquí y allá, es que tal vez haya estado un poco improvisado, es de desear que el próximo esté mejor organizado y las actividades que se hagan no se limiten a la visita a la Romería del Vino y el acto institucional, más aún si lo que se pretende es hacer de esos emigrantes, esos alhameños por el mundo, embajadores de las excelencias de Alhama. No es de recibo tampoco que alguno de ellos me haya comentado que encuentra al pueblo muy abandonado en lo que a limpieza se refiere. Si queremos que sean la voz de Alhama en sus lugares de residencia, más vale que les mostremos una Alhama en perfecto estado de revisión y que procuremos que su estancia en su pueblo o el en pueblo de sus allegados o como ellos lo consideren sea de tal suerte que deseen repetir viaje y aconsejar a sus amigos que los acompañen.

 De ese autobús de los Albertos a los modernos de hoy día, van casi cuarenta años de mejoras, pero aun así nuestro pueblo sigue estando bastante lejos de las tierras del norte, que son las que acogieron a cuantos, por una razón u otra salieron de Alhama a buscar lo que aquí no encontraban que tampoco era tanto lo que buscaban, una vida digna. Hagamos lo posible para atraerlos a ellos y a cuanta gente decida visitarnos o establecerse entre nosotros.