Política y mafia



 No descubre nada nuevo Bárcenas al decirle a un capo que política y mafia son lo mismo; tampoco creo que el capo lo ignorase. Desde que Sam Giancana, jefe de la mafia, (el señor de la foto) “apoyase” decididamente la elección del presidente Kennedy, las relaciones entre ambas son conocidas.

 Es lógico que quienes alcanzan cotas de poder, de verdadero poder, acaben sucumbiendo a la corrupción que este trae consigo; de este modo la mafia siciliana, que en principio nació como respuesta del pueblo a los escandalosos privilegios de nobleza e iglesia y la consecuente opresión ejercida sobe los más débiles, al obtener poder actuó, actúa, de la misma manera que aquellos a los que, en principio, se enfrentaba.

 Del mismo modo, los partidos políticos, que en principio son los representantes de los votantes, sus administradores, en cuanto alcanzan el poder acaban sucumbiendo a la atmósfera de irrealidad y, presunta, inviolabilidad que éste conlleva. Y, desde luego el capital, las grandes fortunas creadas siempre en los sumideros más sucios de los deseos y ambiciones humanas, también contribuyen de manera más que notable a este maridaje entre política, negocios, de dudosa moralidad o legalidad y mafia. O comportamientos más o menos mafiosos. Naturalmente, siempre lo he dicho y siempre lo diré; no todos los representantes del pueblo se dejan seducir por la codicia, no todos los políticos actúan de igual manera.

 Porque hay, estoy convencido, gente honesta en todos los partidos que actúan por el bien común, que creen que su aportación puede mejorar la situación de la gente que le ha votado y que se esfuerzan en dar lo mejor de sí. Del mismo modo existen, y es algo más que notorio, gente, insisto, en todos los partidos, gente que está ahí, “a ver que cae”, si se me permite la expresión. No voy a caer en el maniqueísmo de decir que hay unos partidos que alientan más que otros ese “estar a ver que cae”; pero en mi ingenuidad estoy por creer que quienes defienden lo público frente a lo privado, el bien común frente a los privilegios de unos pocos, los derechos sociales, frente a sus recortes etc., deberían de dar claro ejemplo de conductas éticas irreprochables, porque no hay mejor manera de convencer que con el ejemplo.

 Aunque sea un símil bastante simplón, siempre he dicho que no me extraña que los lobos coman ovejas, que los ladrones roben, que los que como ética sólo tienen el lucro se dejen corromper. Lo que si me resulta chocante es que los guardianes de los rebaños los diezmen y quienes se autoproclaman de izquierdas acaben en lo que se ha dado en llamar puertas giratorias que llevan del puesto en la administración del estado al sillón de la administración de empresas que actúan más bien de manera mafiosa, “esto es lo que hay” que dentro de la sana, dicen ellos, competencia del libre mercado y la oferta y la demanda.

 Por cierto y, antes de que se me olvide, hay una cosa que diferencia a un mafioso al viejo estilo y algunos políticos. El mafioso siempre hará lo que dice que va a hacer.