Carta abierta a Concha Caballero



 Estimada señora Caballero:  Ante todo decirle que me dirijo a usted con el tratamiento usual que empleo para la gente a la que respeto y admiro profundamente, de usted; en algunos casos, pocos, antepongo el don, como en el caso de Don Mario Benedetti, Don José Saramago, Don Marcos Ana, o Don José Luis Sampedro.

 En el caso de usted, dada su juventud no le antepongo el don, sin que por ello se reduzca el respeto y la admiración hacia su persona y sus ideas.

 Me ha venido a la cabeza por las declaraciones de Duran Lleida de que con el sueldo de un profesor universitario no le daría para comer, ni para vivir; sé que usted, licenciada en filología hispánica ejerce de profesora de lengua y literatura en un instituto público y, como la sigo en una red social y a través de sus colaboraciones en prensa, tanto nacional como andaluza, estoy, más o menos al tanto de su vida. Lo que no sé, lo imagino.

 Imagino que con su sueldo de profesora y sus colaboraciones tiene suficiente para una vida decorosa y digna, igualmente imagino que se entrega al trabajo con ilusión, que trabaja en aquello que le gusta y que el enseñar a los alumnos, y, por qué no, aprender de ellos, son suficiente motivo para ir cada día al instituto a dar clase. Le supongo una vida plena y satisfactoria, y eso con el modesto sueldo de una profesora de instituto. Se suele decir con frecuencia que todos los políticos son iguales; yo, por el contrario creo que no es así; que hay gente que está en política para procurarse una vida cómoda e incluso lujosa, pero hay otra gente que lo está para intentar aportar su grano de arena, su gota de lluvia cantó Viglietti, para hacer de este mundo un lugar mejor. Y si no lo consiguen, como fue su caso, baja elegantemente las escaleras, el símil que usó en unos de sus artículos, creo que en El País, y regresa a su trabajo a seguir dando lo mejor de sí misma. Y a continuar la lucha por otros medios.

 Personas como usted y otras tantas que existen en todas partes son las que mantienen intacta mi confianza en la humanidad. Es cierto que los ejemplos de la gente que lucha toda la vida, los imprescindibles, son mucho menos conocidos que los de los que roban toda la vida, los impresentables; pero a pesar de eso a mis cincuenta y un años conservo casi integras las esperanzas e ilusiones de la juventud. Resulta difícil en este mundo, que habitamos algunos y otros, demasiados, sufren. Pero sé que no estoy solo. Ejemplos como el suyo mantienen la esperanza. Que es lo último que debe perderse.

 Puedo suponer a que llama Duran Lleida tener para vivir y comer, una vida que ni puedo permitirme, como no se la puede permitir la inmensa mayoría de ciudadanos de este país, pero tampoco apetezco ; el lujo de habitaciones de hotel a 3000 euros la noche o caviar de 1384 euros la lata de medio kilo (acabo de mirar el precio en internet), no me atrae, me basta con comer todos los días y tener tiempo que compartir con los amigos y los libros, con disponer de la libertad necesaria para poder escribir en este medio digital lo que apetezco, sin censuras, cortapisas y sin tener que dar explicaciones más que a mi conciencia.

 “La gente no se vende ni por el poco dinero que hace falta para comer, ni por el muchísimo que hace falta para ser libre, se vende por cosas como un yate o un chalet” la cita, que pongo de memoria, pertenece a una novela de Lorenzo Silva, “El alquimista impaciente” y refleja bastante bien la situación de este país en el cual a pesar de todo, gente como usted, Señora Concha Caballero, ponen la honradez, la integridad y la claridad de ideas necesarias para que resulte un poco más respirable el aire que nos rodea.

Un saludo afectuoso.