Reflexiones ante el candil apagado

 Entre los cacharrillos que adornan mis estanterías hay dos de especial significado para mí; se trata de un pequeño cincel de cantero, que me recuerda que soy un trabajador manual, o lo fui y un candil de los de toda la vida.

 El candil, que tengo sin aceite ni "torsía" sirve para no olvidar la historia y la geografía de mis padres, España de la posguerra en la cual en zonas rurales como la  nuestra los humildes candiles servían de algo más que de adorno y eran objeto de uso cotidiano para vencer la oscuridad.

  No se precisan hoy por estas latitudes candiles y andamos sobrados de energía eléctrica, cada vez más cara, eso si; pero es el caso que podemos acceder a cuantas comodidades proporciona, no ya solo la luz, que no es poco, sino prácticamente todo cuanto nos rodea y  hace nuestra vida más fácil y cómoda.

 Ciertamente hemos accedido, hace unos pocos años, la clase trabajadora a elementos de confort que solían ser de disfrute exclusivo de las clases más pudientes y hemos de hacer todo lo necesario para preservar estos logros que no han venido solos ni han sido regalo de nadie y que ahora parece ser que se está poniendo en tela de juicio que tales derechos, una vida digna y decorosa, sanidad gratuita y universal, educación para todos etc, sean derechos y nos los quieren vender como lujos al alcance solo de quienes puedan pagarlo.

 El candil apagado simboliza para mí que doy por hecho que vivimos en una sociedad avanzada en la cual las conquistas sociales que han costado años de lucha, cárcel -cuando no la vida- a mucha gente a lo largo de muchos años, van  a seguir siendo de disfrute de todos. Tal vez sea mucho presumir por mi parte, porque lo que resulta evidente es que ya se empieza a cuestionar que la llamada sociedad del bienestar podamos pagarla. Ahí hemos puesto a quienes nos gobiernan en todos los ámbitos para que gobiernen, es decir para que resuelvan los  problemas, no para que nos canten milongas ni tangos.

 Parafraseando a León Felipe: "Gobernantes, vuestra es la casa, la hacienda, el caballo y la pistola, ahora os toca a vosotros gestionarlo todo".

 Y a nosotros recordar de dónde venimos, de la España del candil y hacer lo que nos toca para que siga sin aceite y sin "torsía".