Lima la “Ciudad de los Reyes” (Perú)



 La verdad, aunque para algunos pueda ser descortés, Lima es una de las capitales americanas que menos me enganchó. El centro histórico es impresionante y está precioso para el paseante, junto a dos o tres zonas más cercanas al mar por la parte sur nos muestra lo bien que viven los que viven bien.

 Exageradamente grande y el caótico tráfico de las urbes modernas, al que tratan de frenar con un metro de superficie que funciona bastante bien y con parámetros de seguridad equiparables a los europeos pero, limitado en su red. En invierno –o al menos los días que yo estuve- no se ve el sol [algunos de los limeños con los que conversé me dirían que eso es así prácticamente todo el año y que esa neblina húmeda y gris tiene un nombre peculiar la garúa que actúa llenando de nostalgia, morriña o melancolía sobre los  pobladores de la urbe capitalina]. Personalmente, tras el descanso del vuelo París-Lima, el clásico y habitual aseo, impresiones con los encargados del hotel, provisión de mapas, número de los autobuses queme pueden llevar al centro histórico y otros materiales que permiten moverte y llegar al destino escogido para iniciar la clásica fase de descubrimiento y toma de contacto con la ciudad se inicia cuando el conductor del autobús urbano me indica que la ruta a seguir está a la derecha, hay que adentrarse en un par de cuadras y ya estad usted en el casco histórico. Descubriría algunas de las fincas con más belleza de aquella época en que esta región delos Andes entró en la historia española.

 Fue con la fundación que realizó Francisco Pizarro el 6 de enero de 1535, fungía como capital administrativa del virreinato. Hasta esa fecha, no consta en la documentación consultada que en la región hubiera grandes asentamientos urbanos, sólo unos 30 kilómetros más al sur se localiza la zona de Pachacamac que alcanzó un gran desarrollo tras el nacimiento del imperio incaico, pero en Lima prácticamente el denostado personaje extremeño comenzaba de cero y con la perspectiva puesta en el mar: de ella y por ella dependería todo el trasiego de hombres y mercancías ante las dificultades orográficas del virreinato que aún podemos contemplar en nuestros días.

 Cuesta creer que un país tan inmenso tenga una red viaria casi en perfecto estado de revista si sopesamos la orografía y la altitud de algunas delas grandes rutas pero, volvamos a la etapa española. El nacimiento de la denominada “Ciudad de los Reyes”,  se da con la llegada de nuestros antepasados y hasta el primer cuarto del siglo XX, la ciudad apenas sobrepasó los 150.000 habitantes. Hoy es una imponente urbe que con sus múltiples municipios y añadidos nadie se atreve a cuantificar en cuanto al número de sus pobladores: para unos son diez millones, para otros quince millones; en cualquiera de los casos siempre creciendo y desafiando a los cerros donde encontramos gente de escasos recursos, millones de personas que en los ochenta huyeron del mundo rural, del terrorismo que hundió el país y que pocos sienten simpatía por los delirios mesiánicos de los dirigentes de la célebre guerrilla maoísta de poético nombre. En realidad este era un tema que parecía no interesar a nadie y lo que más preocupaba era poder salir adelante, asegurar la inmediata supervivencia, dentro del caos que comporta la vida en el siglo XXI.

 Al margen del casco histórico, me “perdí” por Miraflores y una fugaz pasada por los vecinos barrios de Barranco y San Isidro. En todos los casos, el trío sale bien parado y nada que envidiar a las mejores zonas en cualquier ciudad europea. Espaciosos, bellamente diseñados, bien ajardinados y parece que estás en otro mundo. Impresionante el mirador, bellísimo el denominado Parque de los Enamorados, la zona del faro, la de restaurantes y la preciosa plaza Kennedy [popularmente conocida como la de los gatos por la infinidad de felinos que por allí se concentran] invita a pasear y contemplar el paisanaje. Para el que está de paso, lo mejor es contratar una de tantas excursiones y no hacer grandes proyectos. Hay muchas más cosas interesantes para el viajero, todo dependerá de sus gustos.

 Cuando estuve, en el aeropuerto estaban acabando un hotel [prácticamente conecta con la batería de mostradores de la Terminal mediante una pasarela aérea o accesible también a nivel suelo próximo a las llegadas] y ésta puede ser una buena opción para el que decide viajar a Perú y tiene que enlazar hacia otras poblaciones; se me antoja que la comodidad de su uso puede resultar una gran ventaja. Es más, incluso recomendaría contratar el paquete con alguna compañía peruana que ofrecen grandes viajes a precios mucho más que competitivos. Si está por Miraflores el consejo es disfrutar de su gastronomía, la oferta es variada y por poco menos de 50 euros se puede comer muy decentemente, con materias primas de primera calidad y excelentemente preparados.

 Caminando y me tropecé, en mi segundo día con uno de esos establecimientos catalogados de lujo: realmente la experiencia mereció la pena por su pescado y su marisco consumido a la orilla del mar y contemplando las aves marinas que se paraban sobre las rocas que protegen el establecimiento que se adentra en el Pacífico gracias al peculiar concepto del hombre de crear cosas “exclusivas” en lugares que no corresponden. Realmente fue una de las mejores comidas de todo el viaje y, si comparamos con los precios en España, hemos de convenir que fue un regalo. Si le ponemos la simpatía del personal y calidad del establecimiento, entonces no hay nada más que hablar.

 En el aspecto cultural, si exceptuamos el Museo del Oro (privado) que está algo más alejado de la zona central, el resto, casi en su totalidad, los encontraríamos más o menos próximos a la zona histórica. Lo importante es tener planificado el recorrido, aunque una de las cosas que más fotos acaparan son los cambios de guardia que se producen en la Plaza de Armas [recordar siempre que viajar por la zona requiere sus precauciones, una de ellas es evitar la ostentación, vestir sencillo, no alardear de nada y estar atento a los horarios procurando estar en el establecimiento hotelero antes de que se ponga el sol, no está mal recordar que por la noche todos los gatos son pardos y si uno no es asiduo dela noche qué pinta a altas horas en una zona catalogada como “caliente”?].

 Paseándome di de bruces, tras salir del correo, con Radio Santa Rosa en el mismísimo Convento de Santo Domingo; una emisora de radio que en los 70/80 sintonicé en alguna oportunidad y que de inmediato me devolvió a aquellos ritmos musicales de mi adolescencia y el servicio militar, llegaba en onda corta por los 49 metros y decidí conocerla, apreté el timbre y me abrieron las puertas de la emisora en todos los sentidos, tras las identificaciones o presentaciones con el personal, al cabo de unos minutos de una amigable charla me preguntaban si estaría dispuesto para el programa que se iba a realizar de manera inmediata, así que casi una hora de radio-radio realizada en vivo, como en los mejores tiempos y en un escenario que cada vez resulta más difícil de encontrar. La emisora es un canto a la época dorada de la radio y eso, al menos en España, prácticamente ya está perdido [los que deseen conocer su parrilla basta escribir Radio Santa Rosa en cualquier buscador y con Internet se puede acceder a su programación, pero esto ya no tiene la magia de la radio que sólo el que la conoce, valora. Así que el “jameño” se reencontró con ese mundo mágico delas ondas hertzianas y disfrutó de unas instalaciones sencillas [me recordaban la emisora parroquial de mi infancia y los programas que grababa don José Pérez Cabrera “El Guanche” en la Parroquia de la Encarnación de Alhama y que a veces presenciábamos mientras jugábamos en la explanada], pero útiles a la hora deponer la programación en el éter, donde la creación libre [en Perú todavía hay muchas emisoras que no están en manos de las grandes corporaciones que se mueven por intereses no siempre declarados] inunda el éter de una riqueza programática que realmente te deja anonadado.